Desde pequeño, mostró interés por el funcionamiento mecánico de las cosas y, paralelamente, desarrolló una sorprendente habilidad manual. Desarmaba y volvía a armar todo lo que estaba a su alcance; aprendió a dibujar, tallar figuras de madera, elaborar artefactos mecánicos, hacer llaves e, incluso, desarmar relojes.
A los 22 años, mientras tomaba la clase de Clínica Quirúrgica, comenzó a fabricar un par de separadores que utilizó en su servicio social: uno de ellos era manual y el otro cumplía la función de Gosset, ambos modelos copiados.
Poco a poco, fue complementando el taller que tenía en casa hasta contar con herramientas manuales, un torno pequeño del siglo XIX, esmeril, taladro de pie, fresadora y más.
A medida que se transformaba en cirujano, siempre surgían ideas en su mente para facilitar las operaciones. Para poder manipular, hacer incisiones precisas y no fatigar a los ayudantes, desarrolló, a lo largo de 10 años, un separador sostenido en los rieles de la mesa de operaciones, que cumplía con las funciones que sus intervenciones requerían.
Cada equipo consta de 64 elementos, de los cuales solo es necesario armar de 8 a 16 para su uso.
Su facilidad, tanto congénita como cultivada, para imaginar y elaborar objetos en su taller la trasladó al campo de la cirugía, creando innovaciones que complementaban procedimientos para afrontar situaciones no descritas, facilitar los procesos o prevenir complicaciones. Disfrutó intensamente lo que hacía y fue un amante de la perfección.